lunes, 8 de agosto de 2011

Sentencia de Divorcio



 Pareja y Familia  
-Señor Juez, yo creo que es cierto. Así que voy a aceptar la sentencia de divorcio sin ninguna obligación de parte de mi marido hacia mí. Después de todo, yo podría haber sido una mujer profesional e independiente.
-¿Y por qué usted no se convirtió en una mujer profesional e independiente? ¿Hay alguna razón que se lo impidiera? Le preguntó el juez.
-Realmente, Señor Juez, no había ninguna, fueron decisiones tomadas por mí voluntariamente.
-¿Puede ser más explícita y enumerarme las razones que alega?
-Bueno, cuando me casé, yo acababa de graduarme de la secundaria. Mi intención había sido estudiar enfermería, pero no había dinero para pagar los gastos de dos personas estudiando, así que yo le dije a mi esposo que estudiara él y que luego lo haría yo.
-Bien, ¿y qué pasó cuando él se graduó de ingeniero, por qué no estudió usted entonces?
-Pues verá, él me pidió que tuviéramos un hijo, ya que llevábamos cinco años casados y yo accedí a sus deseos.
-¿Y qué pasó después?
-El niño nació, pero mi esposo no quería que lo cuidaran personas extrañas y yo entendí que él tenia razón, pero que con lo que él ganaba no podíamos pagar a otra persona. Así que decidí quedarme en la casa con nuestro hijo.
-¿Y qué sucedió luego, cuando el niño creció, por qué no fue a estudiar?
-Para ese entonces teníamos dos hijos más.
 -¿Dos más?
-Si, porque después de que tuvimos el primer hijo, mi esposo me pidió tener otro hijo, así que tuvimos el segundo tres años después, pero era otro varón...
-¿Y qué tiene eso que ver?
-No, no había ningún problema, estábamos muy felices, pero mi esposo me dijo que para que la felicidad fuera completa, debíamos tratar de tener una niña...
-¿Y entonces por qué no estudió cuando ella creció?
-Porque no había quién pudiera llevar al mayor a las prácticas de deporte, ni a la escuela, pues el autobús los dejaba muy lejos de la casa.
Así que pensando en su seguridad, mi esposo y yo decidimos que yo les llevaría a la escuela y les recogería.
Mi rutina diaria era: dejar al mayor en su colegio, llevar al segundo a la escuela primaria y regresar a casa con la niña para hacer todas las tareas del hogar y preparar todo para la tarde.Después, tenía que ir a recogerlos y dejar al mayor en las prácticas de deporte, mientras llevaba a la niña a clases de ballet.
-¿Entonces, siguió usted retrasando su educación?
-Sí, Señor Juez, pero lo hice de propia voluntad.
-Y cuando sus tres hijos ya no dependieron más de usted, ¿Por qué no regresó a la Universidad?
-En aquel tiempo la madre de mi esposo había enviudado, se enfermó y necesitaba de alguien que la cuidara, así que hablamos del asunto y llegamos a la conclusión que no la íbamos a poner en un hogar de ancianos, sino que la traeríamos a vivir con nosotros.
-¿Y cuánto duró esta etapa?  -Bueno, unos seis años. Ella tenía Alzheimer y como la cuidábamos con tanto cariño, ella vivió más que si la hubiéramos puesto en un asilo.
Aunque un día, después de regresar del paseo que todas las mañanas dábamos por el parque, ella murió.
-¿Y durante todos estos años, había alguien que le ayudara con los niños y su suegra?
-¿Ayudarme...? ¿A qué?
-Pues a limpiar la casa, cocinar… las labores normales de cualquier hogar.
-No, aunque mi esposo ganaba muy buen sueldo, con tres hijos que criar, los gastos de la educación, los gastos de la medicación de su madre y todo, no había suficiente dinero.
Yo trataba de ahorrar, pero claro...
-¿Usted ahorraba...?
-Sí, de alguna manera trataba de reducir los gastos al mínimo, así que en lugar de llevar la ropa de mi esposo y la de mis hijos a la lavandería, la lavaba y planchaba yo en casa.
También yo misma arreglaba el jardín, aunque me costaba mucho, por los problemas de columna, pero siempre hice todo lo que pude para que nuestro jardín estuviera arreglado y hermoso.
-¿Y quién cocinaba, usted?
-Por supuesto, mi esposo odiaba la comida de los restaurantes. Como él tenía que almorzar fuera con sus clientes tantas veces, decía que nada como la comida que yo le preparaba.
-¿Y usted iba a esas comidas con su esposo?
-No, no tenía tiempo... precisamente, fue en una de esas comidas que conoció a Sofía.
-¿Sofía? ¿Quién es Sofía?  Su novia, la joven con quien se va a casar cuando arreglemos lo del divorcio.
-¿Y cómo sabe usted que se va a casar con ella?
-Porque me encontré con ellos en casa de unos amigos comunes el día que estaban dando la noticia de su compromiso.
El Juez se quedó mirando a la mujer y al ex esposo. Se levantó, tomó la carpeta con todos los datos y se retiró. Todos se quedaron mirándose, mientras se sentaban a esperar que el Juez regresara.
Al cabo de unos minutos el Juez entró en la sala, se sentó, abrió una de sus carpetas y dijo:
-Señores he revisado cuidadosamente esta demanda. Y he llegado a las siguientes conclusiones:
El divorcio se le adjudica con fecha efectiva a partir de hoy.
Y su esposo “NO” tiene que pasarle ningún tipo de manutención.
Al oír estas dos decisiones, el abogado y el ex esposo se miraron sonrientes.
Pero el Juez, continuó diciendo:
-La declaro a usted señora, única dueña de la casa, del Mercedes Benz  propiedad de su ex esposo, de la cuenta de ahorros, así como la beneficiaria absoluta de los seguros de vida y planes de retiro de su ex esposo. Además él tiene la obligación de seguir pagando su seguro médico hasta que usted muera.
-Mi decisión se basa en la consideración de que: Sumando los sueldos que usted merece como ama de casa al realizar todas las tareas ya mencionadas y también por todos los cuidados dados a su esposo, hijos y suegra, mi decisión es apenas una retribución parcial de salarios retenidos por los veintiséis años de servicios ininterrumpidos que usted ha prestado.
Como hay que ser objetivos, sabemos que su esposo no podrá cumplir con esta deuda, pero entendemos que pague lo que pague, si bien no será nunca suficiente, por lo menos, será relativamente justo.
Además si usted decide regresar a la universidad a estudiar la carrera que escoja, él pagará por sus gastos de educación, transporte y libros.
“El Señor te exaltará ante los hombres, cuando te pongas a Su disposición con humildad y obediencia” 
Caso de la vida real. Enero /2003 - Corte de la familia Sydney, Australia

El cuaderno rojo



 Pareja y Familia | 100 lecturas
El cartero le entregó el telegrama y mientras Roberto le daba las gracias y empezaba a leerlo, no podía evitar que su cara mostrara una expresión de sorpresa más que de dolor.
Eran unas palabras breves y precisas: “Tu padre falleció. Lo sepultaremos mañana a las 18 horas. Mamá”
Roberto se quedó como estaba, de pie y mirando al vacío.
No sintió dolor, ni derramó ninguna lágrima, era como si hubiera muerto un extraño.
¿Por qué no sentía nada por la muerte de su padre?
Con un torbellino de pensamientos confusos en su mente, avisó a su esposa y emprendió viaje hacia la casa de sus padres. Mientras viajaba en silencio sus pensamientos pasaban por su mente a toda velocidad.
No tenía deseos de ir al funeral, sólo lo hacía para acompañar a su madre y tratar de aliviar su tristeza.
Ella sabía que padre e hijo no se llevaban bien, desde aquel día de lluvia en que una serie de acusaciones mutuas, obligó a Roberto a irse para no volver nunca más.
Pasaron los años y Roberto vivía cómodamente. Se había casado y formado una familia, pero sólo se acordaba de su madre para su cumpleaños o alguna festividad.
A su padre sin embrago lo había borrado de su mente. Desde aquel fatídico día jamás lo vio ni habló con él. Jamás pudo superar el odio que sentía hacia él. 
En el velatorio se encontró con pocas personas. En un rincón del salón vio a su madre pálida, débil. Se notaba que había sufrido mucho. Tal vez porque siempre deseó que las cosas terminaran de otra manera.
Cuando vio a su hijo, lo abrazó mientras lloraba silenciosamente, fue como si de pronto hubiera perdido toda esperanza.
Después, Roberto vio el cuerpo sereno de su padre. Estaba envuelto por un manto de rosas rojas, como las que al padre le gustaba cultivar. Pero de los ojos de Roberto no cayó una sola lágrima, su corazón herido no se lo permitía.
Se quedó con su madre hasta la noche, la besó y le prometió que regresaría con sus hijos y su esposa para que los conociera.
Ahora, por fin podría volver a su casa, porque aquella persona que tanto había odiado, ya no estaba en este mundo. Era el fin de la humillación, de las críticas, de los consejos ácidos de un sabelotodo. Por fin podría reinar esa paz que siempre quiso experimentar.

En el momento de la despedida la madre le colocó algo pequeño y rectangular en la mano
-Hace mucho tiempo podrías haberlo recibido, le dijo. Pero, sólo después de que él murió lo encontré entre sus cosas más importantes.
Roberto no le dio mucha importancia y emprendió el viaje de regreso. Unos minutos después de haber comenzado el viaje, se acordó y quiso averiguar de qué se trataba lo que le había entregado su madre.
Después de desenvolverlo con cuidado vio un pequeño cuaderno de tapa roja.
Era un libro viejo y sus páginas habían quedado amarillentas por el paso de los años y al abrirlo pudo leer en su primera página algo que había escrito su padre:
• Hoy nació Roberto, pesó casi cuatro kilos. ¡Es mi primer hijo, estoy muy feliz y mi corazón salta de alegría!
El relato continuó apasionando a Roberto, que con un nudo en la garganta, seguía leyendo:
• Hoy, mi hijo fue por primera vez a la escuela. Es todo un hombrecito. Cuando lo vi con el uniforme, me emocioné tanto que no pude contener las lágrimas. Le pido a Dios que lo guarde y le de sabiduría para ser un hombre de bien.
La emoción de Roberto iba en aumento y el dolor de su corazón cada vez era más intenso, mientras por su mente comenzaban a resurgir imágenes del pasado.
• Roberto me pidió una bicicleta, mi salario no es suficiente, pero él se la merece porque es muy estudioso y dedicado.
• Así que pedí un préstamo y se la compré. Espero poder pagarlo con las horas extras.
• La vida de mi hijo será diferente a la mía, yo no pude estudiar. Desde niño me vi obligado a ayudar a mi padre, pero deseo con todo mi corazón que mi hijo no sufra ni padezca situaciones como las que yo viví.
Roberto no podía creer lo que estaba leyendo, era como si un mar de dolor inundara su conciencia. Vinieron a su mente los recuerdos de su adolescencia, como se quejaba a su padre por no tener bicicleta como sus amigos… y continuó leyendo.
• Es muy duro para un padre tener que castigar a su hijo, sé que me odiará por esto, pero es la forma en que creo debo educarlo para su propio bien.
• Fue así como aprendí a ser un hombre honrado y esa es la única forma en que soy capaz de educarlo.
Roberto cerró los ojos y recordó la noche cuando por causa de una fiesta en su juventud hubiera podido ir a la cárcel. De hecho todos sus amigos pasaron la noche allí. Sólo lo evitó, el que su padre, precisamente esa noche, no le permitió ir al baile con sus amigos.
También recordó otra oportunidad en la que no le concedió permiso para salir. Esa vez el auto en el que debía haber estado, chocó y quedó totalmente destrozado contra un árbol. Le parecía casi oír las sirenas y el llanto de toda la ciudad mientras sus cuatro amigos eran llevados al cementerio.
Las páginas se sucedían con todo tipo de anotaciones, llenas de respuestas que revelaban en silencio, la tristeza de un padre que lo había amado tanto.
Por fin llegó a la última página y leyó:
Son las tres de la mañana, ¿Dios, qué hice mal para que mi hijo me odie tanto?
¿Por qué soy considerado culpable, si no hice nada de malo, solo intenté educarlo para que fuera un hombre de bien?
Mi Dios, no permitas que esta injusticia me atormente para siempre.
Te pido perdón si no he sido el padre que él merecía tener y deseo de todo corazón que me comprenda y me perdone.
Estas fueron las últimas palabras de un hombre que, aunque nadie le había enseñado, a su manera intentó ser el mejor padre.
El mundo quizás podía verle como demasiado duro o intransigente, pero en lo más íntimo de su ser había un hombre tierno y lleno del amor de Dios, que nunca supo como expresarlo ni a su propia familia.
La aurora rompía el cielo y un nuevo día comenzaba, Roberto cerró el cuaderno, se bajó en la primera estación y regresó de nuevo hacia donde habían vivido sus padres.
Regresó quizás deseoso de que todo hubiera sido un mal sueño, de poder encontrar a su padre con vida y pedirle perdón por todo el mal que le hizo, pero no...
Gritó frente a su tumba, hubiera querido poder abrazarlo, pero solo encontró un profundo silencio.
Destrozado, fue a ver a su madre. Antes de entrar en la casa vio una rosa roja en el jardín; acarició sus pétalos y recordó como su padre las cuidaba con tanto amor. Esta fue la manera de encontrar paz en su corazón, ya que mientras acariciaba esa rosa, sintió como si acariciara las manos de su padre y descargara su dolor para siempre. Calmado ya, con voz suave se dirigió a su padre muerto: “Si Dios me mandara a elegir, no quisiera tener otro padre que no fueras tú. Gracias por tanto amor y perdóname por haber sido tan ciego”
Esta lección le hizo reflexionar, ya que él también era padre y se dio cuenta de que no estaba dando lo mejor de si, ya que las ocupaciones, los problemas y el stress, habían creado un silencio entre él y sus hijos.
A partir de ahora, decidió que su vida cambiaría radicalmente y que se compraría un cuaderno de tapa roja para poder anotar cada una de las historias que a partir de ese momento sucedieran en su familia.
“La adolescencia y la juventud son los únicos problemas que sólo se solucionan con el tiempo”